lunes, 23 de agosto de 2010

La indiferencia de los buenos


En Chile, 33 mineros fueron encontrados con vida luego de 17 días en los que permanecieron enterrados desde que la mina en la que trabajaban colapsó. Desde el día del infortunio, el presidente Sebastián Piñera tomó la riendas de la investigación y lideró el arduo trabajo, en compañía de múltiples técnicos especializados y centenares de obreros, que gracias a Dios terminó, por ahora, con un final feliz. Todos están con vida y Chile entero celebra, como si su selección hubiera quedado por primera vez campeona del mundo, el hallazgo de estos hombres. Los 33 mineros han logrado sobrevivir hasta ahora comiendo, día por medio, unas pocas cucharadas de atún y un poco de leche. Los organismos encargados de su rescate pronostican que la tarea de sacarlos puede tardar entre 3 y 4 meses, lo que hace que este acontecimiento todavía no tenga un final claro.


Pero lo anterior, aún causándome mucha alegría, no es de verdad lo que más me impactó. Fue la respuesta de todo Chile, empezando con el presidente y pasando por cada uno de sus habitantes, ante esta tragedia lo que más llamó mi atención. Desde el primer día la búsqueda de los mineros fue la prioridad número uno -La vida por delante de todo-. El Estado, la prensa, los deportistas, y en general toda las personas del común, asumieron este problema como propio y así trabajaron para solucionarlo. La prueba de esto fue la hermosa reacción que hubo cuando se conocieron las primeras imágenes que mostraron a estos héroes vivos. Con todos los canales con señal en vivo, las redes sociales colapsadas con el tema y una montaña de noticias en Internet, los chilenos en las calles de todo Chile, celebraban, a una sola voz, la esperanza y la vida.


Ese día quise ser Chileno. Ese día, como muchos otros, no quería ser Colombiano.

Contrastando con los "¡viven!", "¡están vivos!" y demás cantos de felicidad venidos del país austral, pensé, como muchos otros compatriotas, en Amagá y en sus victimas, también de una mina. Ellos no contaron con la suerte de sobrevivir. Fueron 74 los mineros que perdieron su vida en una maldita mina que no cumplía con los estándares necesarios de seguridad y que, aun así, funcionaba. Una tragedia grandísima que para la mayoría pasó casi que inadvertida. La prensa se encargó de dar la información que consideró "necesaria", el presidente y los altos funcionarios dijeron dos o tres palabras expresando su pesar y hasta ahí. Pare de contar. Amagá quedó otra vez en el olvido. Las familias de las víctimas abandonadas y hasta el presidente del sindicato de los mineros, que se suponía emprendería acciones legales para la reparación y que denunciaría varias irregularidades que se presentan en las minas del país, fue vilmente asesinado.


Muchas veces me da rabia Colombia. No entiendo por qué no podemos ser como Chile, por ejemplo. Siempre voy a afirmar que lo que nos tiene así de mal en este país es la indiferencia de todos ante lo que nos sucede día a día. Ese "no me importa siempre y cuando no tenga que ver conmigo". Esa falta de solidaridad. Ojalá algún día aprendamos y rememos todos para el mismo lado, y por fin, seamos una verdadera nación.

Razón de sobra tenía Martin Luther king cuando dijo: "Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos"





jueves, 12 de agosto de 2010

De la violencia


Qué triste despertar tuvo hoy Colombia. El terrorismo hizo su triunfal regreso y, aunque no hubo víctimas, el miedo que se creía superado, volvió a aparecer.


El carro-bomba que explotó esta mañana al frente de las instalaciones de Caracol Radio es sólo la punta del iceberg. Nunca hemos superado la violencia. Ni antes, ni con Uribe, ni ahora. Lo que había era un espejismo que nos hacia pensar en la paz como algo que por fin había llegado, desconociendo lo lejos que estábamos. ¿Acaso la violencia son sólo bombas y pescas milagrosas?. Para no ir muy lejos, en el día de ayer (11 de Agosto), la Comuna 13 de Medellín vivió uno de sus días más violentos del año. Más de 3 horas de tiroteo constante a plena luz del día entre los combos que se disputan el control territorial, interrumpió la vida normal de estas miles de personas que lastimosamente ya ven estos hechos como "normales". La presencia de la policía y del ejército se hizo necesaria y a esta hora un niño sufrió un impacto de bala que lo debate entre la vida y la muerte.


Entonces no nos digamos mentiras. La violencia, a lo largo de todo el territorio nacional no se ha ido. Es más, cada vez está más fuerte y goza de mejor salud. Y no es la hora de echarle la culpa a éste o a aquél. La culpa no es de nadie. La culpa es de todos.